El avance, el enfoque preventivo y la proactividad son términos que han marcado el levantamiento pedagógico en el último siglo. Entre los profesionales de la educación, la docencia y la psicología, es asumida que es mejor prevenir que curar. Efectivamente, en torno a esa idea se han diseñado programas de intervención psicopedagógica, modelos de enseñanza, materiales didácticos, etc.
Lo que se refiere a la formación del docente en términos generales, y particularmente en todo aquello concerniente a su bienestar emocional y a aspectos motivacionales, se puede afirmar que este tipo de actuaciones se han llevado a cabo ante una realidad ya manifiesta, y cada vez es más preocupante, derivada de las situaciones que en la actualidad se viven en muchas aulas. Los docentes son uno de los colectivos más afectados por problemáticas derivadas de la exposición prolongada a riesgos de tipo psicosocial (estresores), entendiendo por éstos aquellos factores que suponen una fuente de riesgo laboral.
Debido a esto, las investigaciones hablan del síndrome, que propio de las profesiones asistenciales caracterizadas por el contacto con personas: el burnout o síndrome de quemarse por el trabajo. Además, señalan que dicho síndrome desencadena bajas satisfacción y motivación hacia el trabajo, problemas de salud, absentismo laboral, propensión al abandono de la actividad profesional y, por tanto, una disminución en la calidad del trabajo que se realiza, siendo consecuencia de la exposición prolongada a situaciones de estrés laboral.
De acuerdo con Deci y Ryan afirman que una de las fuentes principales del estrés y en general de la generación de estados psicológicos negativos es la privación de las necesidades psicológicas básicas: autonomía, competencia y conexión afectiva, que provocan la generación de un déficit motivacional. Por ende, determinadas manifestaciones emocionales, especialmente la actitud del profesor hacia los estudiantes, pueden estar indicando además de una carencia motivacional o un bajo nivel de satisfacción, la existencia de elementos estresores, e incluso puede ser un indicador de un trastorno psicológico. De hecho se ha afirmado que la no satisfacción de los denominados helper motives, aquellos que hacen referencia al afán del profesor por ayudar a los estudiantes, se hallan en el origen de trastornos de estrés y ansiedad docente. Esta no satisfacción de los motivos o metas genera en el profesor bajas creencias de eficacia, frustración ante expectativas no alcanzadas y, en consecuencia, déficit motivacional.
Las investigaciones también muestran que determinadas condiciones externas, como la sobrecarga de trabajo o la escasez de recursos, son estresores potenciales. Esto indica que, efectivamente tal y como se afirma desde la Teoría de la Autodeterminación, la falta de conexión afectiva con el entorno en el que se trabaja y la ausencia de sentimiento de competencia se relaciona de manera proporcionalmente directa a estados de ansiedad y estrés laboral.
El estrés docente aparece asociado de este modo a sentimientos de baja autoestima, de falta de apoyo por parte de la comunidad escolar, de actitudes de indefensión y de frustración, como consecuencia de una situación de desequilibrio que el docente percibe entre valores y metas, habilidades, recursos y exigencias del entorno. De este modo, podemos conceptualizar el estrés como una percepción de desproporción entre las demandas que el contexto exige y las respuestas que uno es capaz de ofrecer, que se traduce en la generación de emociones negativas. El estrés se asocia así a una mala adaptación entre la persona y el medio en el que trabaja, derivada de la falta de apoyo que percibe.
Sin duda no es muy difícil identificar la presencia de todos los factores anteriormente señalados en la sociedad actual, sobre todo en el contexto que aquí interesa. El día a día que muchos docentes viven en las aulas casos que en muchas ocasiones proporcionan testimonios que realmente estremecen. La violencia en las aulas, el escaso contacto entre la familia y la escuela, la ausencia en muchas ocasiones de modelos educativos sólidos en el núcleo familiar, bien permiten deducir que en la actualidad existen factores de riesgo que lejos de favorecer un adecuado clima en la comunidad escolar lo dificultan sobremanera.
Se habla de asociaciones para la defensa del docente, se pueden observar en la vida diaria casos continuos de denuncias, procesos judiciales, agresiones en las que se ven involucrados docentes y estudiantes cada vez más joven. Se habla de la crisis de la autoridad docente y, más allá, de una crisis generalizada de valores nucleares que impide una definición adecuada de los diferentes roles educativos, que en las relaciones entre docente y estudiante se hace especialmente evidente.
Sin embargo, de nada sirve dejar únicamente por escrito lo que ya se ha dicho en muchas ocasiones. Los esfuerzos deben apuntar a desarrollar acciones que permitan llevar a cabo una labor de formación que facilite la adquisición y consolidación de los fundamentos básicos desde el punto de vista educativo.
La comprensión y análisis de los elementos que intervienen en el desarrollo de las manifestaciones psicopatológicas en el docente, así como sus consecuencias, permitirán establecer cuáles son las medidas correctivas a adoptar que, a su vez formarán la base para el diseño de intervenciones de carácter preventivo en un futuro.
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