La creencia del perfil activo del estudiante en la construcción de sus conocimientos y valores en el proceso de enseñanza-aprendizaje es un señuelo de las tendencias pedagógicas contemporáneas; sin embargo, la naturaleza y límites de las funciones y relaciones del docente y el estudiante en el proceso de enseñanza-aprendizaje son entendidas de diferente manera según las concepciones pedagógicas en que se sustente la práctica educativa.
La columna de desarrollo de valores forma un objetivo esencial en la educación. Se le debe ofrece atención especial en los diferentes niveles de enseñanza a través de la concepción e instrumentación de proyectos educativos en los que el docente debe ocupar un papel rector en el sistema de influencias que propician la formación y desarrollo de valores en los estudiantes.
Teniendo en cuenta que los pensamientos pedagógicas actuales se defienden por un carácter participativo de la enseñanza donde el estudiante asume un papel cada vez más protagónico en la conducción de su aprendizaje y donde el docente deja de ser la figura autoritaria que impone el conocimiento y decide qué y cómo aprender, se ha hecho muy común en los últimos años escuchar la expresión: “el docente es un facilitador del aprendizaje”.
No obstante, no todos los que utilizan esta expresión deseando figurar con ella el papel orientador, flexible, que ocupa el docente en la dirección del proceso de enseñanza-aprendizaje, están conscientes que su utilización implica un compromiso con una determinada concepción de enseñanza y aprendizaje: La Pedagogía no directiva.
La Psicología humanista, nace como una alternativa en la Ciencia Psicológica que trata de explicar la naturaleza del ser humano y su desarrollo desde posiciones opuestas al Conductismo y al Psicoanálisis. Mientras que para el Psicoanálisis, el desarrollo humano está determinado por fuerzas instintivas, biológicas e inconscientes, para el Conductismo el hombre es un objeto de las circunstancias sociales toda vez que éstas determinan absolutamente su desarrollo. La famosa frase de J. Watson: “Dadme hombres y haré de ellos genios o criminales” expresa claramente esta concepción.
La Psicología humanista, se autotitula “tercera fuerza” en la Psicología, y trata de explicar el desarrollo humano desde una óptica diferente, buscando la armonía entre los factores biológicos y sociales en el desarrollo del ser humano. De esta manera si bien consideran que el hombre tiene desde su nacimiento en potencia las fuerzas que determinan su desarrollo, éstas sólo se manifiestan si existen condiciones sociales favorables para su expresión.
Para el autor Rogers, la lógica del desarrollo humano se expresa de la siguiente forma:
“Si la tendencia innata a realizar las potencialidades humanas se manifiesta en un clima social de aceptación y respeto, la persona encontrará las posibilidades de expresarse libremente y logrará encontrar el camino hacia el funcionamiento pleno del ser humano: la autodeterminación”. (González, V. 1999b)
El pensamiento humanista del desarrollo, se expresa en la Pedagogía no directiva en el reconocimiento de la capacidad de autodeterminación del estudiante quien posee en potencia la competencia necesaria para lograr su desarrollo y en la concepción del docente como facilitador del aprendizaje, en tanto su función en la enseñanza es propiciar las condiciones para la libre expresión de las potencialidades del estudiante. Además, en la Pedagogía no directiva, enseñar significa permitir que el estudiante aprenda, es decir, propiciar las condiciones para la expresión de sus potencialidades innatas en un clima afectivo favorable de comprensión, aceptación y respeto.
Tendríamos entonces, que preguntar a todos aquellos que utilizan indiscriminadamente la expresión “el docente es un facilitador del aprendizaje” si están de acuerdo con esta concepción.
Para los que asumen una concepción materialista dialéctica e histórico-social del desarrollo humano el esclarecimiento de la función que asume el docente en el proceso de enseñanza-aprendizaje en la educación de la personalidad del estudiante es completamente diferente.
En virtud de esta concepción es posible explicar la participación de los factores biológicos y sociales en el desarrollo humano, sólo parcialmente comprensibles en las concepciones psicoanalítica, conductista y humanista.
El desarrollo humano en el Enfoque Histórico-Cultural es explicado a partir de la integración dialéctica de los factores internos (biológicos y psicológicos) y externos (sociales) del desarrollo en el proceso de la actividad.
El ser humano es un ser social en tanto deviene personalidad en el proceso de interacción con otros seres humanos, en un medio socio-histórico concreto, quiere esto decir, que el ser humano nace con potencialidades biológicas y psicológicas primarias solamente desarrollables en un proceso de interacción social en el que tiene lugar, a partir de la combinación propia e irrepetible de las condiciones internas y externas del desarrollo, la formación de particularidades psicológicas complejas que posibilitan la autoregulación de su actuación y, por tanto, el poder alcanzar la condición de sujeto de su actividad.
A diferencia del Psicoanálisis y de la Psicología humanista, que consideran el desarrollo humano determinado desde el interior del individuo por fuerzas biológicas e inconscientes y, por tanto inferiores, como diría el Psicoanálisis o de origen biológico pero de expresión consciente y, por tanto, superiores, como diría la Psicología humanista y donde el medio social es sólo el escenario que facilita o entorpece la expresión de las fuerzas internas, para el Enfoque Histórico-Cultural el ser humano, es el resultado de la unidad dialéctica de los factores internos y externos del desarrollo en el proceso de la actividad, lo que implica que la personalidad, como la forma más compleja de expresión del ser humano, se forma y se desarrolla en el proceso de interacción social.
En el orden pedagógico asumir este pensamiento implica entender que la educación y, en particular, la institución educativa y el docente, tienen un papel rector en el sistema de influencias sociales que estimulan la formación y desarrollo de la personalidad del estudiante, por tanto, la función del docente no puede ser la de facilitar la libre expresión de las potencialidades “que trae” el estudiante, sino la de diseñar situaciones de aprendizaje que diseñen desafíos al estudiante para que en el proceso de solución de las tareas de aprendizaje, en condiciones de interacción social, puedan formar y desarrollar las potencialidades que le permitan alcanzar la condición de sujetos de su actuación.
El docente por su formación profesional es la persona capaz de conducir, guiar científicamente el proceso de aprendizaje del estudiante hacia niveles superiores de desarrollo en la medida que cree los espacios de aprendizaje que propicien la formación de niveles cualitativamente superiores de actuación del estudiante. En esta concepción el docente no es un facilitador sino un orientador del aprendizaje.
El enfoque Histórico-Cultural permite comprender la necesaria unidad dialéctica entre la directividad y la no directividad del proceso de enseñanza-aprendizaje toda vez que reconoce la importancia de desarrollar la independencia y autonomía del estudiante en el proceso de su aprendizaje bajo la orientación del docente, quien lo guía al plantearle tareas que estimulen la construcción de conocimientos, habilidades y motivos de actuación que lo conducen a su desarrollo personal.
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