La inteligencia emocional (IE) hace referencia al uso inteligente de las emociones: hacer que, intencionalmente, las emociones trabajen para nosotros, utilizándolas de manera que nos ayuden a guiar la conducta y los procesos de pensamiento, a fin de alcanzar el bienestar personal. La inteligencia emocional se refiere a la capacidad de identificar, comprender y manejar las emociones en uno mismo y en los demás. La inteligencia emocional es la base de la competencia emocional, entendida como una capacidad adquirida que puede desarrollarse a través del modelamiento y la educación. Desde esta perspectiva, la IE es una habilidad que implica tres procesos:
1. Percibir: reconocer de forma consciente nuestras emociones e identificar qué sentimos y ser capaces de darle una etiqueta verbal.
2. Comprender: integrar lo que sentimos dentro de nuestro pensamiento y saber considerar la complejidad de los cambios emocionales.
3. Regular: dirigir y manejar las emociones tanto positivas como negativas de forma eficaz.
Así mismo, cuando se reflexiona sobre las habilidades sociales, se puede afirmar que estas se asocian con comportamientos emocionales o conductuales que se manifiestan en las relaciones interpersonales y que se caracterizan por ser aceptados socialmente en una determinada cultura. Como, además, están referidas a determinados contextos, es decir una misma conducta puede ser adecuada en una situación concreta pero totalmente inadecuada en otro contexto.
Es importante igualmente destacar, que el sentido de la adecuación está altamente influenciado por el componente cultural. Son conductas aprendidas para relacionarse socialmente y pueden mejorarse a través del aprendizaje intencionado. Las habilidades sociales permiten vincularnos con los otros, crear nuevos vínculos, reforzar los existentes, disfrutar y compartir el afecto. Igualmente, permiten manifestar necesidades y resolver conflictos: pedir lo que uno desea, poder decir que no, expresar opiniones, defender los derechos, pedir que el otro cambie su conducta, enfrentar críticas y hostilidad.
En muchas ocasiones las personas se cohíben al hablar, no saben como pedir un favor, les cuesta ir solos a realizar actividades sencillas, no pueden comunicar lo que sienten, no resuelven situaciones con los amigos o la familia, puede ocurrir que no tengan amigos. Todas estas dificultades subyacen a la carencia de habilidades sociales. Podríamos añadir otras, como todas aquellas que tengan que ver con las relaciones difíciles con los otros.
Es creencia común que la simpatía y el atractivo social de algunas personas son totalmente innatos. Sin embargo, es algo que también se adquiere a través de experiencias que van moldeando a las personas hasta hacerlos expertos en estas habilidades. Aunque es en la infancia donde aprendemos en mayor medida a relacionarnos con los demás, es un proceso continuo durante toda la vida.
De acuerdo con el autor Goleman, las habilidades sociales abarcan siete elementos: comunicación, influencia, liderazgo, catalización del cambio, resolución de conflictos, colaboración y cooperación y habilidades para el trabajo en equipo.
La comunicación: Es la capacidad de emitir mensajes claros y convincentes.
El liderazgo: Es la capacidad de inspirar y de dirigir a los individuos y a los grupos.
La catalización del cambio: Es la capacidad para iniciar o dirigir los cambios.
La resolución de conflictos: Es la capacidad de negociar y de resolver conflictos.
La colaboración y cooperación: Es la capacidad para trabajar con los demás en forma cooperativa y colaborativa en función de alcanzar los objetivos compartidos.
Las habilidades de equipo: Es la capacidad de crear la sinergia grupal en la consecución de las metas colectivas.
En síntesis, a través del conocimiento de nuestras emociones, y del proceso que siguen nuestros pensamientos (metacognición), podemos llegar a darnos cuenta de la diferencia que existe entre “sentir una emoción” y ser consciente de lo que se está sintiendo y verse arrastrado por ella.
La autoconciencia exige un conocimiento íntimo y exacto de nosotros mismos y de las emociones. Igualmente, requiere la comprensión y la predicción de nuestras reacciones emocionales ante las situaciones. El desarrollo de la conciencia emocional supone la alfabetización emocional, es decir poseer un vocabulario adecuado y suficiente para definir o describir lo que se está sintiendo. Igualmente implica el desarrollo de la atención consciente para distinguir lo que estamos sintiendo.
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