El docente del este siglo, es un formador de ciudadanos, capaz de leer los argumentos locales y globales que le rodean y de responder a los retos de su tiempo. Es un facilitador que domina su disciplina y que, a través de metodologías activas, ofrece las herramientas necesarias para que los educandos perciban el mundo desde diversos lenguajes, aprendan a vivir con los demás y sean productivos.
Solo la labor y protagonismo de los docentes ayudará a que las intenciones de las políticas trazadas se vuelvan un hecho efectivo. No se pueden transformar las prácticas educativas y garantizar con ello que los estudiantes sepan lo que deben saber, sin la consolidación de las instituciones escolares y sin la activa presencia de los educandos. No obstante, no se puede desconocer que, a lo largo de la historia de la pedagogía, ellos han sido el sujeto que ha llevado a la práctica grandes premisas pedagógicas. Persistentemente, ha jugado un papel esencial. Históricamente se ha ganado un lugar en el que ha sido facilitador de la construcción del conocimiento y mediador en la consolidación de relaciones.
Solo la labor y protagonismo de los docentes ayudará a que las intenciones de las políticas trazadas se vuelvan un hecho efectivo. No se pueden transformar las prácticas educativas y garantizar con ello que los estudiantes sepan lo que deben saber, sin la consolidación de las instituciones escolares y sin la activa presencia de los educandos. No obstante, no se puede desconocer que, a lo largo de la historia de la pedagogía, ellos han sido el sujeto que ha llevado a la práctica grandes premisas pedagógicas. Persistentemente, ha jugado un papel esencial. Históricamente se ha ganado un lugar en el que ha sido facilitador de la construcción del conocimiento y mediador en la consolidación de relaciones.
En la época actual, cuando nos encontramos frente a las exigencias de la globalización, inquietarse por generar una actitud frente al aprender implica, a su vez, propiciar la estructuración de unas competencias esenciales para desenvolverse en el mundo de la vida práctica. Dichas competencias están referidas al dominio del saber científico: saber cómo piensa la ciencia y cómo se pueda crear a partir de ella; a la apropiación de unas competencias laborales, para responder técnica y tecnológicamente a las nuevas exigencias de producción; y a la construcción de unas competencias ciudadanas que nos permitan vivir juntos en medio del respeto y la alteridad.
Pero, estas no son las únicas acciones que puede realizar un docente, su figura sirve de referente para la configuración de identidades. Todos éstos son propósitos esenciales de la política educativa. El equilibrio, como principio rector de la actual política, está orientada a garantizar el acceso a las instituciones de todos los educados. Pero ello, no es suficiente. Se necesita, además, generar un mecanismo de retención que garantice la permanencia en el sistema escolar, propiciar experiencias significativas que faciliten mejorar los procesos de aprendizaje y asegurar el dominio de los mismos. Estos propósitos obligan a una gestión institucional eficiente y eficaz, en la que los directivos y docentes cumplan un papel fundamental.
En su práctica cotidiana, el docente se enfrenta a sus estudiantes y sus expectativas, tan diferentes como el número de aprendices en el aula, y se compromete con las particularidades de cada uno. No sólo el saber de cada estudiante es diverso sino sus modos y fuentes de motivación hacia el aprendizaje. Es importante, conocer estas diferencias para procurar el aprendizaje de todos y cada uno. A partir de esas particularidades, los educadores diseñan sus clases y adaptan los materiales de acuerdo con las necesidades y los retos pedagógicos a los que se enfrentan. Todo ello para formar hombres y mujeres con las capacidades y conocimientos necesarios para participar activamente en su sociedad.
En síntesis, es evidente que el docente está en la obligación de actualizar sus conocimientos y desarrollar de forma constante habilidades y actitudes que le permitan responder efectivamente a los retos, por medio del desarrollo de lo que sus estudiantes deben saber, saber hacer y ser. Así, la formación en competencias básicas, ciudadanas y laborales, en sus estudiantes, es a la vez un incentivo para su desarrollo personal. Asimismo, los educadores son fuente de inspiración para el desarrollo de valores sociales como la tolerancia, la honestidad, la justicia y la equidad, y motores para evidenciar y proteger el valor social de las diferencias culturales. Además, cuando el estudiante señala la solidaridad y la cooperación entre los docentes de su institución, se motiva a desarrollar esas prácticas para el logro de sus objetivos académicos.
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