La sociedad se encuentra en constante cambio, un cambio cada vez más acelerado y difícil de controlar en el que la educación ya no está a la cabeza del mismo, sino que depende de las evoluciones y dinámicas políticas y, sobre todo, económicas. Una educación integral que no sólo se centra en el conocimiento, sino también en la calidad humana de las propias personas.
La realidad en lo social, político, económico y educativo, está sociohistóricamente establecida, es decir, lo que hoy consideramos como admisible para nuestra sociedad, seguramente no lo será tanto tras varias décadas y para otros países con otras formas de entender la educación.
La enseñanza propiamente dicha, en las escuelas públicas proporcionadas por el estado, corría a cargo del docente y la metodología utilizada era bastante tediosa y memorística, utilizando como textos de apoyo aquellos que reforzaban por su contenido la moral de alumno. En el aula no todo se enseñaba a todos, la educación física y la música, pares esenciales del futuro ciudadano, estaban reservadas para las clases sociales más elevadas. Como vemos, para aquellos afortunados a los cuales estaba reservada todo tipo de educación.
Relacionándolo con el modelo de Biggs y Tang, uno de los modelos actuales más utilizados en educación, sobre todo en educación superior, podríamos llegar a la conclusión de que este tipo de docencia responde al primer nivel o teoría de enseñanza que realmente es el menos elaborado de los tres posibles y donde el docente reconoce la existencia de buenos y malos estudiantes, y su responsabilidad sólo concierne al conocimiento y exposición de contenidos. El docente es el experto en los conocimientos, el sabio del escenario, que expone la información que los estudiantes tienen que absorber y repetir con exactitud, según su capacidad, su motivación e, incluso, su carácter étnico.
En en el Siglo V a.C, donde encontramos la primera figura que podría ser calificada como profesionales de la educación, los sofistas. Algo parecido, si podemos utilizar este adjetivo, a los profesores de enseñanza superior actuales, mitad filósofos mitad retóricos, representantes de la cultura en general y sin una ciencia en particular. Cobraban por sus enseñanzas y se vendían de ciudad en ciudad con su oratoria como tarjeta de presentación y sus actuales estudiantes como garantía.
El relativismo de Protágoras dio origen al discurso persuasivo, donde animaba a sus estudiantes a defender las dos caras de un mismo argumento pues, en ausencia de una verdad objetiva, todos tienen igual valor y lo que es bueno para unos puede ser malo para otros. Este razonamiento fue duramente criticado por Platón y Aristóteles, la táctica por muchos conocidos como abogado del diablo.
Sócrates, quizá el más influyente filósofo griego y contemporáneo de los sofistas, fue en ocasiones considerado como uno más de ellos, pero lejos de serlo y aun considerándose docente de nadie, siempre fue un verdadero educador. Él nunca se dedicó a la política, no escribió nada, nunca cobró y simplemente se dedicó a filosofar y enseñar; creía en la comunicación, en la búsqueda conjunta del conocimiento por medio de la conversación y la duda. Como sus discípulos, también rechazó el relativismo de los sofistas creyendo posible llegar a la verdad absoluta, y aunque nunca demostró alcanzarla, nunca dejó de intentarlo. Su método, basado en la ironía y la mayéutica, requería la aceptación de nuestra ignorancia, de ahí su máxima “sólo sé que no sé nada” y nuestras ansias de la búsqueda de la verdad por medio de preguntas que iban de lo conocido a lo desconocido. En definitiva, era una plausible demostración del método inductivo que tan de moda está dentro del Aprendizaje Basado en Problemas y que, erróneamente, parece que debe sustituir por siempre a la desprestigiada, pero útil si se utiliza en su justa medida, clase magistral.
Fue su discípulo y amigo Platón, quien opinó que el verdadero arte es gobernar y que la educación es la función principal de los gobernantes, por tanto, la educación puede ser considerada como el arte de las artes. Para él no finalizarán las calamidades humanas mientras no gobiernen los verdaderos filósofos o se hagan filósofos los gobernantes por lo que, la distinción entre filósofos, educadores y gobernantes sería muy sutil. Platón distingue dos tipos de niveles educativos:
- El primero, aquel que forma los hábitos y virtudes morales, basados en las facultades irracionales del hombre.
- El segundo nivel donde encontramos las virtudes superiores que no son otras que justicia y sabiduría, asentadas en la facultad racional, siendo éste el más elevado nivel de educación.
El conocer consiste en evocar el recuerdo de algo. La educación consistiría en volver a pensar en las verdades ya conocidas, pues todos tenemos un conocimiento genuino innato del mundo de las ideas. Por tanto, la tarea del educador-filósofo-gobernante sería ayudar al alumno a recordar cómo es la verdad de las cosas, proceso que algunos han llamado la gran conversión.
Ahora, sería adecuado relacionar este tipo de educación con los objetivos que pretende la actual educación superior, quien lejos de formar sólo profesionales capaces de aplicar de forma técnica sus conocimientos, pretende alcanzar la formación de ciudadanos íntegros no sólo capaces de reflexionar sobre su práctica profesional y mejorarla día a día, sino también capaces de ser críticos en todos los aspectos de su vida como persona antes que profesional. El tratamiento que da a las pasiones y los humores al considerarlos como enemigos y obstáculos que nos alejan del mundo de las ideas, también puede ser relacionado con la inteligencia emocional, tan de moda a finales del siglo pasado, aunque para él, la mejor disciplina que nos puede llevar al mundo de las ideas es la matemática a través de la aritmética y la geometría. Al fundar la Academia, Platón creó una de las más importantes instituciones europeas de la época, y no sólo se enseñaba matemática sino todo tipo de disciplinas filosófico científicas como música, astronomía y física. Al igual que su docente, Platón utilizaba el diálogo como método didáctico.
En la actualidad, y con los cambios que estamos viviendo, parece que el método expositivo está perdiendo credibilidad como instrumento docente, quizá pasar de un extremo donde era la única metodología utilizada, a otro donde ni siquiera nos dediquemos a utilizarla, no sea una buena idea. Como podemos aprender de los métodos utilizados por Sócrates y Platón, un diálogo bien estructurado puede ayudarnos en determinados momentos a aclarar conceptos, transmitir información, crear expectación, interés y motivación, y a un sinfín de objetivos que sólo un docente en particular en una situación concreta puede llegar a vislumbrar.
La educación para Aristóteles, es un camino hacia la comprensión de la realidad. Y será el aprendizaje, mostrándonos los contenidos adquiridos, los que nos indiquen los grados de conocimiento conseguidos.
- El primer grado es la percepción sensorial, que es común en hombres y animales.
- El segundo, hace referencia a la memoria sólo común entre el hombre y algunos animales considerados como superiores. Es ahora cuando, a través de la experiencia, el hombre puede retener y/o evocar proporcionándonos una base sobre la cual construir conocimientos superiores.
- En tercer lugar, tenemos el conocimiento de lo general que, si no se queda en solo opinión o razonamiento, llega a ser considerado ciencia, pues es capaz de confirmar los conocimientos mediante demostraciones. La posesión de ese concepto de ciencia reside en la capacidad de poder enseñarla a otros.
La educación es, por tanto, requisito del conocimiento perfecto, arte de las artes de la que, como hablaba Platón, quien también dijo que no había ninguna demostración del poder de los que saben más que su capacidad de hacer a otros sabios. Esto tiene su importancia si se intentan adaptar al contexto de nuestra era.
- En primer lugar, se observa una similitud entre la manera que Aristóteles tiene de dividir los grados de conocimiento y la terminología que solemos utilizar actualmente en torno al concepto de competencias, pues no es otro que demostrar que somos capaces de realizar con éxito una tarea que se espera de nosotros bajo unas condiciones determinadas.
- También seguimos usando la distinción que hace entre recuerdo (reconocimiento) y evocación (recuerdo), pues seguimos utilizándola constantemente cuando se evalúa a los estudiantes con un examen tipo test, una técnica cada vez más evaluada por su carácter supuestamente objetivo, y otras características que, en la mayoría de ocasiones, facilita la tarea docente y no el aprendizaje en sí.
- Por último, se observa una vigorosa defensa del aprendizaje entre iguales, pues no existe mejor manera de demostrar lo aprendido que enseñándolo al que no sabe y, como vemos, para ellos es la máxima expresión de la sabiduría adquirida.
Según la doctrina, la formación del ser humano ha de pasar por tres factores de forma consecutiva. En primer lugar la naturaleza, luego el hábito, y por último la razón. Pues, según la necesidad ocuparse del cuerpo antes de pensar en el alma; y después del cuerpo es preciso pensar en el instinto, bien que, en definitiva, no se forma el instinto sino para servir a la inteligencia, ni se forma el cuerpo sino para servir al alma.
Son ellos los primeros que entienden la formación como algo más que una instrucción, entendiendo que al hablar de educación se hace necesaria una reflexión que llegue hasta la misma esencia del concepto, todo ello sin olvidar su propia contextualización, siendo conscientes de que éstas debían ser traducidas en función de sus características de espacio y tiempo, que bien hubieran querido para ellos humanistas y eruditos de nuestro tiempo, para quienes aquella vita contemplativa les sirvió de razón. Por ello, debemos de ser conscientes de que toda extrapolación que hagamos deberá tener siempre en cuenta que los ideales griegos, romanos, etc. no serían lo que fueron sin tener en cuenta el momento y lugar donde surgieron impulsando, cuando tuvieron su oportunidad, la evolución educativa que nos toca a nosotros seguir cambiando. Es decir, su determinación socio-histórica en general.
En la antigüedad, el trabajo de los padres en cuanto a educación se refiere, se reducía a una simple crianza del hijo hasta los siete años, que pasaba a ser pertenencia del Estado, quien se encargaba de su educación hasta su muerte. Estos son sólo algunos de los ejemplos más relevantes que la antigua Grecia nos ofrece.
Es cierto que existen bastantes aspectos oscuros que están en la base de la educación griega, y que de ninguna manera podríamos calificar como dignos. La gran diferencia de clases, y el ideal utópico del hombre superior al que debe aspirar la raza, son claros ejemplos que han llevado a la humanidad a cometer crueldades que pueden ser descritas con macabra precisión. Aun así, este es el mejor de los incentivos para luchar día a día en contra de esta discriminación social y hacer del acceso universal a la educación superior una realidad, otro de los pilares del Proceso de Convergencia. Cuanto más lejos esté el horizonte, más ambiciosos serán nuestros objetivos pero no por ello serán menos admirables nuestros pasos.
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