Los primeros síntomas que indican que algo ya no funciona en las prácticas educativas tradicionales, es el constante aburrimiento que sufren los estudiantes de todos los grados en las aulas. El aburrimiento como variable de comportamiento propone que el sujeto que lo padece no está en sintonía con aquello que lo produce. La naturaleza interactiva y multimediática de los nuevos medios de comunicación impone un reto mayúsculo a las aulas, puesto que al intentar competir con los constantes e intensos impulsos informacionales a los que están habituados los estudiantes, no tienen oportunidad de generar una experiencia significativa.
Tomar en cuenta que el aburrimiento crónico de los estudiantes es un indicio de que los procesos educativos formales no funcionan como se espera, es apenas es el comienzo del problema. Hablar de aburrimiento implica también reflexionar la naturaleza de la atención, y la importancia que tiene esta en los procesos de enseñanza-aprendizaje. La atención es una de las disposiciones actitudinales más importantes en la lógica en que opera la educación formal en su visión tradicional, puesto que supone que el estudiante tendrá disposición y le dedicará cierto esfuerzo a la actividad reina de la educación tradicional.
La práctica de lectoescritura adquiere una dimensión superior al incluir en los procesos de significación los medios de comunicación y sus contenidos. La idea de que la textualidad es el centro de la educación, perdió importancia desde hace muchas décadas, a la luz de los descubrimientos sobre la lectura de imágenes y materiales audiovisuales y la complejidad que implica descifrarlos. Significar imágenes y contenidos audiovisuales nunca ha sido una actividad sencilla y sin valor educativo, muy a pesar de los viejos modelos teóricos de la comunicación de masas.
Lo que es cierto es que existe un desarreglo entre las maneras en que se acercan los estudiantes a la lectoescritura en sus múltiples posibilidades, y lo que la textualidad tradicional tiene que ofrecer en comparación con la textualidad multilineal, reticular, rizomática, virtual y multimediática.
Pero se debe señalar que el aburrimiento no es exclusivo de los estudiantes, también los docentes están sufriendo las incidencias de intentar generar prácticas y contenidos que posibiliten algún grado de atención. El aburrimiento y la desconexión entre docentes y estudiantes es un síntoma contundente de que la experiencia educativa tradicional enfrenta una crisis. La carente empatía entre docentes y estudiantes es signo irrefutable, cada vez más, de que los sistemas educativos no están resolviendo uno de los principales objetivos de la educación: generar procesos de comunicación significativos entre los participantes.
El acceso a la información ha pretendido ser un peligro para la legitimación del conocimiento en su modalidad tradicional. El conocimiento y la información han salido de las aulas para instalarse en otros ámbitos, más interesantes y dinámicos para las nuevas generaciones. Esta circunstancia deviene en un cambio, o por lo menos en cuestionar conceptos como el de la lectura y la alfabetización.
La educación es un proceso premeditado y planeado, que tiene como objetivo central, compartir información, significados, conocimientos y habilidades que de algún modo son necesarios para los miembros de un grupo social. En este sentido, la comunicación es esencial (por su naturaleza intrínseca) para alcanzar dichos objetivos (Ferrés). Así mismo, queda de manifiesto que existen interacciones comunicativas que dificultan las relaciones entre docentes y estudiantes, agravando las frustraciones y evidenciando fracasos educativos.
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