De acuerdo a Elías y Moreno los factores de deserción pueden ser resumidos en las siguientes líneas:
1. Dificultades de desempeño escolar, esto es, un bajo rendimiento, dificultades de conducta y aquellos relacionados a la edad.
2. Dificultades con la oferta educativa o la falta de establecimientos, es decir, ausencia del grado, lejanía, dificultades de acceso, ausencia de los docentes.
3. Desinterés de los estudiantes y de sus familias en educación.
4. Problemas familiares, básicamente mencionado por los estudiantes tales como la realización de quehaceres del hogar, el embarazo y la maternidad.
5. Complicaciones relacionados al medio que los rodea tanto comunitario como las redes sociales existentes.
6. Razones económicas, falta de recursos en el hogar para hacer frente a los gastos que demanda las instituciones, el abandono para trabajar o buscar empleo.
7. Otras razones, tales como la discapacidad, servicio militar, enfermedad o accidente, asistencia a cursos especiales, entre otros.
De los factores mencionados, el problema más inmediato es que más del 70% de los estudiantes señala que se ha retirado por dificultades económicas o porque se encuentra trabajando o buscando empleo.
La deserción escolar en América Latina es una desdicha de la que se habla muy poco, pero que tendrá un impacto negativo en la región por muchos años más. No solo enfrentamos el desafío de los estudiantes que siguen dejando la escuela todos los años, sino de los millones de adultos que están en su vida profesional sin estudios secundarios en una sociedad en la que cada vez es más difícil encontrar un empleo sin tener formación.
Hoy en día, muchos de los oficios que tradicionalmente solo requerían experiencia, como ser operario, vigilante, transportador o recolector, exigen haber terminado el bachillerato, ¿qué van a hacer entonces los millones de latinoamericanos que nunca obtuvieron este título?
A pesar de que esta tragedia sea lenta para el futuro de nuestras sociedades, sabemos poco sobre los jóvenes que dejan las escuelas. Existen escasos estudios profundos, locales, sobre las causas y consecuencias de la deserción escolar. Sabemos que la necesidad de ingresos, las situaciones familiares y la falta de una escuela de interés para los jóvenes son de las principales causas del abandono, pero no tenemos mayores precisiones estadísticas, ni políticas claras de cómo combatirla.
Existen otras conclusiones interesantes que se refieren a que las escuelas no están correctamente diseñadas para los estudiantes, que en general se atrasan en las materias, a veces por varios meses, y que también han repetido grados y quieren volver a empezar.
Con el camino ya adelantado de la formulación de las variables más relevantes que se deben estudiar, solo resta iniciar y consolidar la caracterización de estas poblaciones para tomar medidas tempranas y efectivas que mantengan a los estudiantes motivados en la finalización de sus estudios. Usando tecnología y generando indicadores de alerta a los que las instituciones pueden estar atentas tres o cuatro años antes de que un estudiante realmente deserte podremos prevenir y mitigar una futura tragedia ya no solo educativa sino económica y social. lo hacen tempranamente, antes de completar la educación primaria”. Pero lo más preocupante es que de acuerdo a este informe, en algunos países la deserción se da una vez que se terminan el ciclo primario, y normalmente durante el transcurso del primer año de la enseñanza media. En países que logran niveles educativos relativamente altos, su tasa de deserción fluctúa entre 16% y 25%, mientras que en otros oscila en promedio en 32%, y finalmente, un pequeño grupo de países tiene una tasa de deserción entre el 40% y 50%.
La mayor deserción escolar trae consigo problemas de extra-edad y un rezago educativo para las poblaciones en edad de cursar la educación básica en el siguiente ciclo escolar. De acuerdo al Instituto Nacional de Educación, los estudiantes que desertan en algún año cualquiera, tienen la probabilidad de reprobar, de volver a desertar en algún otro año y finalmente, abandonar de forma definitiva la educación escolarizada. Una vez que se conoce la amplitud de la deserción escolar a nivel de estado, permite estudiar en el nivel de dimensión en el que se encuentra, lo que ayuda a diseñar estrategias que faciliten retener a las y los alumnos hasta terminar su educación básica.
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