Cuando reflexionamos acerca de los factores que determinan el aprendizaje, podemos ver con claridad que el principal factor que influye es la motivación. Por ello, para facilitar el que los estudiantes se interesen y se esfuercen por comprender y aprender, diferentes investigadores han estudiado los factores de que depende tal motivación y han desarrollado modelos instruccionales en base a los que crear entornos de aprendizaje que faciliten que éste se afronte con la motivación adecuado.
No obstante, la realidad práctica sobre la efectividad de las intervenciones basadas en estos modelos no es suficiente. Las actividades académicas tienen siempre más de un significado debido a que, contribuyen al éxito de diferentes metas. Sin embargo, no todas las metas tienen la misma importancia para cada uno de los estudiantes. Esta importancia varía tanto en función de la orientación personal de éstos como de las distintas situaciones que afrontan a lo largo de su vida académica. Por esta razón, asumiendo que las distintas metas a menudo tienen efectos opuestos sobre el esfuerzo con que los estudiantes afrontan el aprendizaje, considera importante conocer cuáles son tales efectos para así saber sobre qué metas tratar de influir y cómo hacerlo.
El significado básico que todo contexto de aprendizaje debería tener para los estudiantes es el de que posibilita incrementar sus capacidades, haciéndoles más competentes, y haciendo que disfruten con el uso de las mismas. Cuando esto ocurre se dice que el estudiante trabaja básicamente motivado, siendo capaz de quedarse absorto en su trabajo, superando el aburrimiento y la ansiedad, buscando información espontáneamente y pidiendo ayuda si es realmente necesaria para resolver los problemas que encuentra, llegando a autorregular su proceso de aprendizaje que, de un modo u otro, llega a plantearse como el logro de un proyecto personal. Se cree, que conseguir que los estudiantes afronten el aprendizaje atribuyéndole el significado señalado tiene efectos máximamente positivos, lo que plantea la cuestión de saber qué característica debe reunir el modo en que el docente plantea la enseñanza para que los estudiantes la afronten del modo indicado.
El aprendizaje se realiza, en un contexto social que contribuye a atribuirle otros significados. El significado más claro es el instrumental. Por ello, esforzarse por aprender puede ser más o menos interesante dependiendo del significado funcional de lo que se aprende. Se busca aprender algo útil, si bien la utilidad es relativa: comprender un principio, resolver un problema, facilitar nuevos aprendizajes, facilitar aprendizajes que posibilitan el acceso a distintos estudios, al mundo profesional en general y a puestos específicos de trabajo en particular, entre otros. Si no se percibe la utilidad de lo que se ha de aprender, el interés y el esfuerzo tiende a disminuir en la medida en que el estudiante se plantee la cuestión de la utilidad.
En cambio, en la medida en que se perciban las múltiples utilidades que puede tener aprender algo, aumenta la probabilidad de que el interés y el esfuerzo se acrecienten. La utilidad del aprendizaje puede ser algo intrínseco al mismo. Así, estudiar facilita la comprensión de conceptos o procedimientos que, a su vez, facilitan la comprensión y el aprendizaje de otros más complejos que, por su parte, contribuyen a la adquisición de capacidades más generales. El esfuerzo y el aprendizaje, sin embargo, pueden percibirse como útiles porque posibilitan la consecución de incentivos externos al mismo. La ausencia de incentivos externos puede ser, en consecuencia, una causa de la falta de motivación. Sin embargo, el hecho de que para un sujeto su motivación primaria para aprender dependa de incentivos externos no siempre tiene efectos positivos. A menudo contribuye a hacer desaparecer el interés intrínseco que puede tener la realización de una tarea, haciendo que los estudiantes se esfuercen sólo cuando consideran que su realización les va a aportar algún beneficio externo a la misma.
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