La Práctica Docente, se caracteriza por la complejidad, singularidad y coexistencia de las interacciones que en ella se originan. Sin duda, un proceso de esta naturaleza está sitiado en diversos pensamientos, dilemas, y obstáculos sobre los que con poca frecuencia se reflexiona y sobre los que cada practicante actúa con el repertorio de potencialidades que posea.
De acuerdo con el autor Cifuentes, señala dos complejidades de la Práctica:
1. La complejidad epistemológica referente al qué se pretende conseguir con las prácticas de enseñanza y testifica que lógicamente se pretende que el estudiante se inicie en la profesión del educando, pero esto es más que adquirir conocimientos y destrezas. Se trata también de la adquisición de intereses, valores y actitudes de los docentes, aprender las características, significado y función social de la profesión.
2. La complejidad organizativa derivada de la relación entre dos instituciones bastante diferenciadas, universidad y centros de enseñanza no universitaria, y la particularidad de la práctica que trasciende lo disciplinar y requiere de una organización interdisciplinar. Aunado a esto se encuentra el hecho de la dificultad de unificar criterios y conceptos sobre realidades tan complejas.
En este sentido, es relevante reflexionar el objeto de estudio de la práctica; es decir: ¿Qué se presume que deben aprender los futuros docentes y en todo caso para qué y cómo aprenderlo? Si la complejidad de la práctica requiere la adquisición de conocimientos, destrezas, valores y actitudes, y aprender las características y función social de la profesión,
Desde esta perspectiva, el estudiante practicante se encuentra bajo la presión de las múltiples y simultáneas demandas del docente, docente colaborador, el grupo de estudiantes con los que le corresponde actuar y otros. Ante estos requerimientos, activa su colección intelectual, emocional y a partir de él actúa en el contexto escolar, que al mismo tiempo le plantea sus contradicciones y aciertos.
El autor Pérez, afirma que los recursos intelectuales que se activan en la acción son de carácter tácito, implícito y aunque pueden explicitarse y hacerse consciente mediante el meta-análisis, su eficacia consiste en su vinculación a esquemas y procedimientos semiautomáticos. De allí la relevancia de atender en el proceso de formación no sólo los elementos conceptuales, procedimentales, sino además los actitudinales, afectivos y emocionales.
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