Las condiciones de la vida moderna y los ritmos acelerados que la sociedad viene atribuyendo, hacen que las relaciones entre la institución educativa y la familia sufran cambios sustanciales, hasta llegar a roturas y a actuaciones en las que cada uno camine por su lado. Por lo tanto, podemos decir que la acción formativa de la familia está disminuyendo. Por un lado, la institución educativa como producto social, realiza grandes esfuerzos para tratar de suplir las necesidades y exigencias de los padres de familia, estudiantes y la comunidad educativa en general, respecto a la preparación cognitiva del educando y su convivencia con la comunidad. Pero, el colegio considera que un factor adverso a esta problemática, de distanciamiento entre el colegio y la familia, es el abandono de los estudiantes por parte de sus padres y madres a muy temprana.
La edad o la indiferencia de estos, ante muchas situaciones en la vida. De acuerdo, con el contexto se puede decir, que uno de los conflictos en las instituciones es producto de las vivencias cotidianas que los estudiantes, que experimentan a diario en sus contextos familiares. Es de anotar, que el contexto social que nos envuelve es de violencia generalizada han producido intolerancia, desempleo y desplazamiento, con las consecuencias de pobreza e incluso miseria, pérdida de valores humanos, falta de identidad personal, cultural y nacional.
Por lo tanto, los esfuerzos de las instancias responsables para la armonía de la convivencia, que son la familia, el estado y la sociedad no son suficientes. El estado se ha reducido en sus funciones y fines esenciales; como proteger la vida, la honra y bienes de todos los asociados para traducirla en un bienestar de poder vivir juntos y compartir. No se ha garantizado el logro de esas funciones y fines esenciales. Por ello, el ciudadano pierde su tranquilidad y toma la ley por su cuenta.
Al identificar los actores de violencia en las Instituciones escolares en general, se pueden implementar y desarrollar estrategias educativas de convivencia, invitando a la participación activa de Directivas, Administrativos, padres y madres de familia, estudiantes y docentes, para que todos promuevan su crecimiento y desarrollo como personas pacíficas, solidarias, tolerantes en una sociedad de transformaciones constantes pero pacíficas que permitan progreso en un medio de convivencia dinámico. Creemos que, mediante este esfuerzo común, se podría logra reducir a niveles de armonía interpersonal y grupal el alto contenido de agresividad como falta de respeto, compañerismo, apropiación de lo ajeno.
En síntesis, lo que se necesita es identidad institucional, sentido de pertenencia, concientización en la autonomía para el desarrollo personal y social. Ante la constatación de esta realidad no podemos permanecer pasivos, y tampoco debemos adoptar discursos nostálgicos que no hacen más que perpetuar la situación. Hace falta es elaborar un discurso nuevo que enriquezca y supere las limitaciones de las fórmulas que se vienen utilizando hasta la fecha.
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