Se entiende por zona de confort, como el espacio personal o un posicionamiento conformado por las actitudes, procedimientos y estrategias que habitualmente utilizamos y con las que nos sentimos cómodos. La actuación que se deriva de esta posición, que se instala en nuestra manera de proceder y muchas veces, no nos planteamos cambiarlo o mejorarlo, simplemente porque nos sentimos seguros en esta manera de hacer. Esta seguridad o confortabilidad es a menudo vivida tanto por el estudiante como por el docente. Cuando esto sucede el aprendizaje se dificulta, ya que no parece que la persona esté dispuesta a enfrentarse con las inseguridades y las incertidumbres que nos plantea el hacer frente a lo desconocido.
Salir de la zona de confort parece un término esencial para aprender, para ir más allá de la información y para dar sentido a lo que estudiamos y al mundo que nos rodea. En el proceso de fomentar la autoría, creemos en la enseñanza centrada en el aprendizaje de los estudiantes fomenta esta modalidad de enseñanza. No obstante, la educación no es en sí controlable, y si nos termina controlando, nos acaba devastando las ideas y pensamientos. La educación entendida así nos lleva a estar cerrados al mundo, cerrados a lo desconocido, cerrados al aprendizaje.
El reto es salir de la zona de confort hacia la zona de aprendizaje, decidirse a hacer las cosas de otras maneras: aprender en otros contextos, con otros lenguajes, con los otros y de los otros. Enseñar a partir de la experiencia, del sentido, de la emoción, de lo conocido, de lo desconocido. Aquí nacen muchas interrogantes, una de ella seria ¿De quién es la decisión de aprender? Ciertamente hay personas a las que les apasiona aprender, y siempre están saliendo y poniendo a prueba su zona de confort. Esos son los estudiantes y docentes entusiastas, los que se atreven a equivocarse, los que entienden que el error forma parte del aprendizaje.
Pero, asimismo, hay mucho educandos y docentes a quienes les asusta esta zona de aprendizaje, por lo que implica incertidumbre y dificulta el aprendizaje, la mejora y la innovación. Ante cualquier posible cambio o una nueva situación se sitúan en la zona de pánico, y te advierten de todo lo malo y peligroso que es transitar hacia la zona de aprendizaje, como si no hubiera otras formas de aprender y de enseñar.
En síntesis, cuando se plantean dinámicas creativas en el aula suelen aparecer los miedos de los estudiantes relacionados, con el riesgo que supone salir de la zona de confort y entrar en la zona de aprendizaje. De manera que, cuando deseamos entrar en la zona de aprendizaje y cuestionar nuestra zona de confort, nuestros estudiantes y nosotros mismos, vivimos esa tensión entre quedarse en el lugar que nos produce tranquilidad, que es el que conocemos, y los nuevos espacios donde hay mucho por descubrir, pero que nos dan miedo, por lo que implican de imprevisto. Nos preocupa porque no sabemos si sabremos aprender de otras maneras, si sabremos reconocer lo que estamos aprendiendo y si sabremos hacer lo nuevo que se nos plantea, o si sabremos no perdernos en el nuevo camino educativo que está por transitar.
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