La educación es un derecho humano. La educación constituye asimismo una de las inversiones en el desarrollo más beneficiosas y de mayor alcance. La formación ofrece la oportunidad de adquirir aptitudes y conocimientos esenciales para el trabajo y la vida en general. La inversión en la educación y la equidad es una convocatoria a la acción. Para reanudar la marcha hacia los objetivos de la educación es necesario invertir más y de manera más equitativa, y garantizar que los fondos invertidos se empleen de manera más eficaz.
El concepto de equidad, en el campo de la educación, hace referencia al tratamiento igual, en cuanto al acceso, permanencia y éxito en el sistema educativo para todos y todas, sin distinción de género, etnia, religión o condición social, económica o política. En otras palabras, la equidad, en materia educativa, es hacer efectivo para todos y todas, el derecho humano fundamental de la educación, proclamado en la “Declaración Universal de Derechos Humanos” de 1948.
La equidad en la educación tiene dos dimensiones:
1. La primera es la imparcialidad, que significa asegurar que las circunstancias sociales y personales, como el sexo, la condición socioeconómica o el origen étnico, no sean un obstáculo para realizar el potencial educativo.
2. La segunda es la inclusión, garantizar un estándar mínimo básico de educación para todos.
La estructura básica de los sistemas educativos afecta la equidad. Tradicionalmente, los sistemas educativos han clasificado a los estudiantes de acuerdo con sus logros. Las pruebas de estudios de primaria y de secundaria muestran que ese tipo de clasificación puede aumentar las desigualdades y las injusticias, sobre todo si ocurre a principios del proceso educativo. La clasificación temprana igualmente puede debilitar los resultados generales. Esto da lugar a dos conclusiones: la asignación inicial a un programa de estudio y la clasificación por aptitudes académicas que deben justificarse en términos de beneficios probados; y los sistemas educativos que usen la asignación inicial deben posponerla para una etapa posterior a fin de reducir las injusticias y mejorar los resultados.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) recomienda seguir diez pasos que ayudarían a reducir el fracaso escolar y los porcentajes de deserción:
1. Limitar la asignación inicial a un programa de estudio y la clasificación por aptitudes académicas, y posponer la selección académica.
2. Controlar la selección de escuela para que se refrenen los riesgos a la equidad.
3. En el nivel de preparatoria, ofrecer alternativas atractivas, eliminar los callejones sin salida y evitar la deserción.
4. Ofrecer segundas oportunidades para obtener una educación.
5. Identificar y proporcionar ayuda sistemática a quienes se rezaguen en la escuela y reducir el porcentaje de alumnos que repiten el año escolar.
6. Afianzar los vínculos entre la escuela y la familia ayudando a los padres menos favorecidos a apoyar el aprendizaje de sus hijos.
7. Responder a la diversidad y prever la inclusión exitosa de los migrantes y las minorías en la educación de las mayorías.
8. Proporcionar una educación sólida a todos, dando prioridad al servicio en la edad temprana y a la educación básica.
9. Dirigir recursos a los estudiantes con las mayores necesidades.
10. Fijar objetivos concretos para que haya más equidad, específicamente los relacionados con el logro escolar deficiente y las deserciones.
En síntesis, siempre se habla de educación igualitaria, hoy se debe decir que este concepto es decimonónico. Hoy en día, se debe hablar de equidad, sin olvidar que la equidad e igualdad son conceptos diferentes pero interrelacionados. La equidad debe incorporar, la extensión de diversidad, la cual debe tener expresiones concretas y más operativas tanto en la gestión de la institución educativa como en sus prácticas pedagógicas y didácticas.
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