La educación puede ser interpretada, como un acto de socialización de los estudiantes o como el medio principal por el que se lleva a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje de unos conocimientos o habilidades. Desde este punto de vista, el modo de entenderla son finalidades y metas que hay que alcanzar, pero no son el final de la educación.
La determinación de cuál es el fin de la educación, incide en el modo de establecer la metodología adecuada para lograrlo y determinar cuál ha de ser el rol de los docentes. El desvelo de cuál es el fin de la educación, depende de cuál sea la concepción del ser humano, es decir, que el modelo de educación depende del modelo antropológico de persona. En la institución educativa, están presentes dos actores claramente diferenciados: el educador, quien debe ser un maestro y el educando, es decir, cada uno de los estudiantes.
En realidad, la coexistencia de ambos en la institución educativa, implica relaciones entre el educador y el estudiante y entre los propios estudiantes. La clave de la educación se concentra en la preeminencia de la relación entre el docente y el estudiante, por ese motivo las familias llevan a sus hijos a las aulas para que los eduquen. En este sentido, la labor del docente, es lograr que el estudiante sea mejor persona y aprenda, sin evadir que es cada uno quien aprende y quien mejora como persona. Este quehacer oportuno de la actividad educativa implica la distinción de una doble dimensión en la educación: la enseñanza y la formación. Cada una de ellas, están en relación con las dos fortalezas espirituales, exclusivas del ser humano, ya que la enseñanza tiene que ver con el incremento de la inteligencia y la formación con el de la voluntad.
La labor de enseñar por parte del docente, si no busca promover una acción formativa o perfectiva del estudiante, se queda en una transmisión de conocimientos que conlleva, a unas consecuencias, tanto para la persona, como para la educación. Y entre ellas, las principales serían la pérdida de la noción de hábito y el olvido del fundamento ético de la actuación educativa. Se trataría de un ensayo de concebir la acción educativa en términos resultadistas, eludiendo al estudiante como centro de la educación.
En síntesis, la dualidad apuntada de enseñanza y formación de toda acción educativa permite comprender que la educación en casa, pone de manifiesto que la figura del docente no es estrictamente esencial en la enseñanza porque el estudiante puede ser autodidacta y aprender por sí mismo. El crecimiento personal a través de la adquisición de las virtudes requiere la acción conjunta de los docentes en las aulas de clases y de los padres. Por ende, es el propio educando, el responsable de ese crecimiento, como un encargo que recibe, por eso, la labor del educador es ofrecer su ayuda.
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