Todos los docentes en cualquier nivel educativo están emprendiendo en la actualidad los procesos de enseñanza-aprendizaje desde ciertos modelos. Dichos modelos están articulados y se fundamentan en teorías que permiten a los docentes, con mayor o menor éxito, ejercer su profesión. Se calcula que al año se imparten entre 300 y 900 sesiones de clase y detrás de ellas se pretenden estimular a los estudiantes, resolver los problemas que se plantean, proponer actividades y evaluar los resultados.
Estas teorías de la práctica, están articuladas ampliamente y pueden obedecer a múltiples necesidades emanadas de campos completamente distintos. Estas necesidades no son nuevas para los teóricos de la enseñanza. Herbart acordaba que si unas experiencias siguen a otras, hay que seguir los pasos que permitan asociar, conectar y crear nuevos conocimientos. La concepción técnica de los 50, se ve criticada en los años 60 y 70 rechazando los procesos tan formalizados pues, se estima, que son un obstáculo para el desarrollo de los procesos de enseñanza-aprendizaje y se proponen situaciones más intuitivas en las que se atiendan los ámbitos de la percepción, la memoria, la cognición y la pluralidad de resultados . En este mismo periodo se abre con fuerza el ámbito constructivo que engrandece el aprendizaje situado, el afianzamiento de la instrucción, y el aprendizaje compartido, teniendo en cuenta la singularidad que cada situación tiene.
Como recapitulación de estos procesos se precisa que cualquier modelo debería de disponer de un proceso referencial general y de la posibilidad de adaptarse a diferentes contextos, niveles, formas de aprendizaje, contenidos y control de los mismos. Igualmente, se debe de considerar que no existe un único camino para el éxito pedagógico, ni la solución sin esfuerzo de los complejos problemas docentes, ni la descripción del modo mejor de enseñar. No se puede entender los principios de la enseñanza como dogmas estáticos, sino como interacciones dinámicas con las metas cognoscitivas y sociales, con los procedimientos que subyacen a las teorías del aprendizaje y con las características personales e individuales del binomio docente-estudiante.
El ímpetu de la educación reside en la utilización inteligente de una variedad de enfoques, adaptándolos a los diferentes objetivos y a las características del estudiante. La competencia docente surge de la capacidad de acercarse a diferentes estudiantes creando un medio multidimensional y rico. Así, se necesita diseñar centros de aprendizaje y curricular que ofrezcan a los estudiantes una variedad de alternativas educativas que nuestra sociedad necesita desarrollar creando nuevas formas de educación, nuevas oportunidades educativas que sustituyen a los métodos actuales.
Muchas personas creen que la buena enseñanza es algo que se puede reconocer a primera vista aunque sea difícil de explicar y razonar, respaldando la idea de que una enseñanza es mejor que otra sin más matizaciones. El tema no es tan sencillo. Existen trabajos de investigación que han abordado el estudio de algunos métodos encontrando divergencias precisamente en los objetivos pretendidos. Aunque los resultados de estos trabajos no sean excluyentes, no podemos afirmar la existencia de un enfoque único óptimo, seguro y de objetivos múltiples.
La experiencia nos ha demostrado que ningún método conocido tiene éxito con todos los estudiantes ni alcanza todos los objetivos. La labor del docente consistirá, en aportar un medio ambiente de enseñanza en el que poder educar a los estudiantes con una variedad de modos que faciliten su desarrollo. El problema de elegir modelos adecuados de enseñanza es diferente si, en vez de perseguir el modelo único y óptimo, nos concentramos en las posibilidades de la variedad de ellos que nos ofrece la experiencia. Indistintamente, se debe de tener en cuenta que atender a lo personal, pero no a lo social, o a lo informativo, pero no a lo personal es algo que no tiene sentido en la vida del estudiante que progresa y aprende. Los estudiantes deben mejorar en todos los campos y esto no podemos alcanzarlo desde un único modelo.
Es por eso, el progreso de la enseñanza consiste en el dominio creciente de una variedad de modelos y en la capacidad de usarlos con eficacia. La formación del docente debiera almacenar esta realidad y preparar a los futuros docentes en el dominio de un repertorio básico de seis u ocho modelos con los que hacer frente a sus futuras necesidades, creando en ellos la conciencia de la flexibilidad y la creatividad que debe caracterizar el desarrollo de la enseñanza.
Desarrollar un colección de modelos equivale a desarrollar flexibilidad y competencia profesional, ya que, todo docente se enfrenta con una amplia gama de problemas, cuanto mayor sea su repertorio de modelos, más amplias y creativas serán las soluciones que podrá generar. La búsqueda de un modelo perfecto que resuelva todos los problemas educativos, está en contra de la realidad educativa del aula, por tanto, la existencia del modelo único por muy atractivo que este se presente a primera vista, es una utopía, ya que no hay modelo capaz de hacer frente a todos los tipos y estilos de aprendizaje, de enseñanza, de estudiantes, de docentes.
Los modelos existentes debe entendidos como la base de un repertorio de enfoques alternativos que los docentes pueden usar para ayudar a los estudiantes, diversos entre sí, a alcanzar los objetivos, adaptándolos o combinándolos, en la medida de lo que racionalmente sea posible, a la realidad concreta de su aula. La utilización por parte del docente de un único método, por bueno que este sea, genera, desde nuestro punto de vista, más inconvenientes que ventajas, ya que puede provocar rutina y aburrimiento, de no alcanzar todos los objetivos y cubrir todas las facetas que la educación tiene. Además, un único modelo desarrollará sólo unas determinadas capacidades, sin embargo, si utilizamos una variedad de modelos trabajaremos más capacidades, es decir, desarrollaremos una educación más integral.
No se debe olvidar que todo aquello que no se encuentre en el proceso no lo encontrara en el producto. Esta idea revaloriza del modo como realicen la enseñanza, afirmando que él mismo tiene un valor intrínseco para la enseñanza del estudiante. En este sentido, no pueden ni deben descuidarlo, que lo importante no es sólo que el docente comprenda, analice, razone, etc., sino que es esencial para su aprendizaje el cómo haya sido trabajado, analizado, razonado, etc., ese contenido.
Se ha discutido muchas veces de la plasticidad de la mente humana, de su capacidad de aprendizaje, pero muy pocas veces se ha reformado que esta mente plástica, al aprender, construye un modo de recogida de conocimiento que será difícil después modificar. Esta idea nos enfrenta a la importancia vial, de cuidar la construcción de modos de aprendizaje de la mente y que éstos se diversifiquen lo más posible para no conducirla a un callejón sin salida o único.
Estas teorías de la práctica, están articuladas ampliamente y pueden obedecer a múltiples necesidades emanadas de campos completamente distintos. Estas necesidades no son nuevas para los teóricos de la enseñanza. Herbart acordaba que si unas experiencias siguen a otras, hay que seguir los pasos que permitan asociar, conectar y crear nuevos conocimientos. La concepción técnica de los 50, se ve criticada en los años 60 y 70 rechazando los procesos tan formalizados pues, se estima, que son un obstáculo para el desarrollo de los procesos de enseñanza-aprendizaje y se proponen situaciones más intuitivas en las que se atiendan los ámbitos de la percepción, la memoria, la cognición y la pluralidad de resultados . En este mismo periodo se abre con fuerza el ámbito constructivo que engrandece el aprendizaje situado, el afianzamiento de la instrucción, y el aprendizaje compartido, teniendo en cuenta la singularidad que cada situación tiene.
Como recapitulación de estos procesos se precisa que cualquier modelo debería de disponer de un proceso referencial general y de la posibilidad de adaptarse a diferentes contextos, niveles, formas de aprendizaje, contenidos y control de los mismos. Igualmente, se debe de considerar que no existe un único camino para el éxito pedagógico, ni la solución sin esfuerzo de los complejos problemas docentes, ni la descripción del modo mejor de enseñar. No se puede entender los principios de la enseñanza como dogmas estáticos, sino como interacciones dinámicas con las metas cognoscitivas y sociales, con los procedimientos que subyacen a las teorías del aprendizaje y con las características personales e individuales del binomio docente-estudiante.
El ímpetu de la educación reside en la utilización inteligente de una variedad de enfoques, adaptándolos a los diferentes objetivos y a las características del estudiante. La competencia docente surge de la capacidad de acercarse a diferentes estudiantes creando un medio multidimensional y rico. Así, se necesita diseñar centros de aprendizaje y curricular que ofrezcan a los estudiantes una variedad de alternativas educativas que nuestra sociedad necesita desarrollar creando nuevas formas de educación, nuevas oportunidades educativas que sustituyen a los métodos actuales.
Muchas personas creen que la buena enseñanza es algo que se puede reconocer a primera vista aunque sea difícil de explicar y razonar, respaldando la idea de que una enseñanza es mejor que otra sin más matizaciones. El tema no es tan sencillo. Existen trabajos de investigación que han abordado el estudio de algunos métodos encontrando divergencias precisamente en los objetivos pretendidos. Aunque los resultados de estos trabajos no sean excluyentes, no podemos afirmar la existencia de un enfoque único óptimo, seguro y de objetivos múltiples.
La experiencia nos ha demostrado que ningún método conocido tiene éxito con todos los estudiantes ni alcanza todos los objetivos. La labor del docente consistirá, en aportar un medio ambiente de enseñanza en el que poder educar a los estudiantes con una variedad de modos que faciliten su desarrollo. El problema de elegir modelos adecuados de enseñanza es diferente si, en vez de perseguir el modelo único y óptimo, nos concentramos en las posibilidades de la variedad de ellos que nos ofrece la experiencia. Indistintamente, se debe de tener en cuenta que atender a lo personal, pero no a lo social, o a lo informativo, pero no a lo personal es algo que no tiene sentido en la vida del estudiante que progresa y aprende. Los estudiantes deben mejorar en todos los campos y esto no podemos alcanzarlo desde un único modelo.
Es por eso, el progreso de la enseñanza consiste en el dominio creciente de una variedad de modelos y en la capacidad de usarlos con eficacia. La formación del docente debiera almacenar esta realidad y preparar a los futuros docentes en el dominio de un repertorio básico de seis u ocho modelos con los que hacer frente a sus futuras necesidades, creando en ellos la conciencia de la flexibilidad y la creatividad que debe caracterizar el desarrollo de la enseñanza.
Desarrollar un colección de modelos equivale a desarrollar flexibilidad y competencia profesional, ya que, todo docente se enfrenta con una amplia gama de problemas, cuanto mayor sea su repertorio de modelos, más amplias y creativas serán las soluciones que podrá generar. La búsqueda de un modelo perfecto que resuelva todos los problemas educativos, está en contra de la realidad educativa del aula, por tanto, la existencia del modelo único por muy atractivo que este se presente a primera vista, es una utopía, ya que no hay modelo capaz de hacer frente a todos los tipos y estilos de aprendizaje, de enseñanza, de estudiantes, de docentes.
Los modelos existentes debe entendidos como la base de un repertorio de enfoques alternativos que los docentes pueden usar para ayudar a los estudiantes, diversos entre sí, a alcanzar los objetivos, adaptándolos o combinándolos, en la medida de lo que racionalmente sea posible, a la realidad concreta de su aula. La utilización por parte del docente de un único método, por bueno que este sea, genera, desde nuestro punto de vista, más inconvenientes que ventajas, ya que puede provocar rutina y aburrimiento, de no alcanzar todos los objetivos y cubrir todas las facetas que la educación tiene. Además, un único modelo desarrollará sólo unas determinadas capacidades, sin embargo, si utilizamos una variedad de modelos trabajaremos más capacidades, es decir, desarrollaremos una educación más integral.
No se debe olvidar que todo aquello que no se encuentre en el proceso no lo encontrara en el producto. Esta idea revaloriza del modo como realicen la enseñanza, afirmando que él mismo tiene un valor intrínseco para la enseñanza del estudiante. En este sentido, no pueden ni deben descuidarlo, que lo importante no es sólo que el docente comprenda, analice, razone, etc., sino que es esencial para su aprendizaje el cómo haya sido trabajado, analizado, razonado, etc., ese contenido.
Se ha discutido muchas veces de la plasticidad de la mente humana, de su capacidad de aprendizaje, pero muy pocas veces se ha reformado que esta mente plástica, al aprender, construye un modo de recogida de conocimiento que será difícil después modificar. Esta idea nos enfrenta a la importancia vial, de cuidar la construcción de modos de aprendizaje de la mente y que éstos se diversifiquen lo más posible para no conducirla a un callejón sin salida o único.
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